"La adicción al fentanilo es casi imposible de detener"
Creado para aliviar el dolor de pacientes graves en hospitales, hoy es responsable de una crisis sanitaria en Norteamérica. En Chile ya hay indicios de tráfico.
¿Qué es el fentanilo?
Conocido en el hemisferio norte como “droga zombie”, es un analgésico hasta 100 veces más potente que la morfina y 50 veces más que la heroína.
El uso médico del fármaco, sintetizado en Bélgica en 1960, fue aprobado en Estados Unidos en 1968.
En años recientes, sin embargo, su desvío hacia el mercado ilegal para el consumo como “droga recreativa” está causando estragos: en EE.UU., sólo en 2022 más de 50.000 personas murieron por sobredosis.
¿Cuál es su uso médico?
David Torres, académico del Departamento de Epidemiología y Estudios en Salud de la U. de los Andes, detalla que a nivel intrahospitalario sirve para el manejo de dolor intenso en situaciones médicas críticas, como tratamientos para el cáncer. Sus efectos de analgesia comienzan en minutos y pueden durar entre dos y tres horas.
¿Por qué se le llama “droga zombie”?
En Estados Unidos lo mezclan con xilazina, un medicamento usado en medicina veterinaria que en las personas produce inconsciencia y desconexión con el medio.
El fentanilo es un opioide sintético que se puede fabricar en condiciones de laboratorio y los narcotraficantes lo usan en conjunto con xilazina para hacerla más potente y adictiva. Eso produce el efecto en el que se ven personas botadas en el suelo y con lesiones en la piel”, aclara Torres.
¿Qué lo hace tan adictivo?
Los opioides, sobre todo por vía endovenosa, crean una adicción bastante rápida y potente. El fentanilo es un medicamento que tiene lo que se llama ‘vida corta’; es decir, dura poco en la sangre (entre 4 y 6 horas).
Por eso la bajada al quedarse sin el efecto buscado es muy brusca y, por ende, más adictiva”, explica Carlos Ibáñez, jefe de la Unidad de Adicciones de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile.
¿Cómo se administra -o consume- esta droga?
Normalmente se administra vía endovenosa; a nivel médico hay también parches que se aplican en la piel y liberan el fármaco lentamente: eso hace que la adicción sea mucho menos probable que por vía endovenosa. También se puede administrar vía intranasal u oral”, responde Ibáñez.
Aparte de la adicción, el consumo imprudente de este fármaco suma otros riesgos, advierte Jorge Cienfuegos, presidente del Colegio de Químicos Farmacéuticos y Bioquímicos de Chile: “Si el fentanilo no está en óptimas condiciones o la aguja no es la adecuada, puede haber un riesgo de enfermedad transmisible.
Además, si la cantidad es superior a una dosis terapéutica, puede llegar a matar a alguien”, subraya. Y eso, en EE.UU., está pasando a diario.
¿Qué dosis se consumen?
El fentanilo es un analgésico opioide muy potente.
Se utiliza en dosis de microgramos, y la dosis letal está entre los 2 a 3 miligramos”, señala Gonzalo Santander, comisario de la Brigada de Investigación de Sustancias Químicas Controladas.
¿Cuál es la situación en Chile?
Los niveles de incautación son mínimos, van aproximadamente a un promedio de 100 ampollas al año por la PDI”, calcula Santander.
Sin embargo, hay indicios inquietantes: a fines de octubre un ciudadano argentino fue sorprendido tratando de ingresar 320 gramos a través del paso Pino Hachado; días después se detuvo a una chilena portando esta sustancia mezclada con ketamina en la Región del Bío Bío.
“Las incautaciones que llevamos hasta el momento son de ampollas de fentanilo de uso hospitalario, a diferencia de Estados Unidos, donde el problema es que ingresa una gran cantidad de fentanilo de producción ilícita”, compara.
“El fentanilo está presente en algunos servicios de urgencia, donde ciertos profesionales de la salud tienen acceso a estos medicamentos controlados. La pregunta es si hay una vulneración al sistema, porque de algún lado está saliendo”, añade Cienfuegos.
¿Se puede tratar esta adicción?
“Con los opioides en general, sobre todo los de administración endovenosa, la adicción al fentanilo es muy compleja de tratar. Por eso se han desarrollado terapias de mantención con opioides.
Los síndromes de privación son muy difíciles de tolerar y son muy físicos, con mucho dolor y náuseas, lo que los ‘obliga’ a seguir consumiendo. Es difícil tratar la adicción, pero no imposible”, señala Ibáñez.
“El gran problema es que la adicción al fentanilo es casi imposible de detener. Afecta el sistema nervioso central, donde puede producir una alteración muy profunda, y además puede hacer que las personas dejen de respirar”, apunta Torres.
La xilazina en tanto, produce daños físicos visibles -moretones, piel hundida, llagas- como muestran desoladores videos grabados en calles norteamericanas.
*Fuente: Las Últimas Noticias
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