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El reciente litigio contra plataformas como Facebook e Instagram en 41 estados de EEUU, por el supuesto daño que producen en niños y adolescentes, refleja una constante en nuestra historia: la lucha entre la rápida evolución de la tecnología y nuestra capacidad para comprenderla y regularla.
Siempre que emergen tecnologías disruptivas, que pueden inducir cambios significativos en comportamientos entre generaciones, surge este tipo de inquietudes, usualmente impulsadas por temor, desconocimiento o prejuicios. Podríamos incluso decir que a veces se intenta frenar o ralentizar estos cambios.
Recordemos los años 80: la televisión y los videojuegos, siendo aún tecnologías novedosas, suscitaban preocupación entre padres y expertos en salud mental por los posibles efectos negativos en niños y adolescentes. Hoy, con más investigaciones a nuestra disposición, sabemos que si bien la exposición a la violencia en pantalla puede influir negativamente en el comportamiento de jóvenes, estos medios también pueden aportar beneficios cognitivos y sociales.
Lo esencial es comprender a fondo estas tecnologías, identificar posibles efectos adversos y maximizar sus contribuciones positivas al desarrollo de los jóvenes y la sociedad en general.
Las afirmaciones de que “Meta ha orientado sus productos a niños menores de 13 años, a pesar de las prohibiciones legales y de las propias plataformas, y que ha incorporado características que se aprovechan de la psicología de jóvenes para incentivar un uso compulsivo” revelan una falta de entendimiento profundo del ecosistema digital.
Si bien la mayoría de las Redes Sociales son gratuitas y dependen en gran medida del contenido generado por usuarios y creadores, su principal fuente de ingresos es la publicidad. Esta publicidad está, en su mayoría, dirigida a un público adulto con poder adquisitivo. Por eso, las redes como Meta desarrollan algoritmos sofisticados para entender los intereses de cada usuario. Captar a menores como principal público no es necesariamente el objetivo. Sin embargo, esto no evita que creadores de contenido, cuyo público objetivo es infantil o juvenil, utilicen estas plataformas.
La responsabilidad, en última instancia, recae en los padres. Son ellos quienes deben monitorear y guiar el tipo de contenido que consumen sus hijos. Tal como sugiere Meta, es esencial buscar soluciones colaborativas y desarrollar estándares de uso a nivel de industria. Las Redes Sociales, al igual que la televisión y los videojuegos en su momento, tienen el potencial de ser herramientas enriquecedoras para las nuevas generaciones, siempre y cuando se utilicen adecuadamente.
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Escrito por Carlos Doyhamberry
Director del Diplomado en Marketing Digital para no Especialistas
