Congreso Pedagógico Curricular: ¿Así y ahora?
La pandemia de covid provocó el mayor terremoto educativo del que tengamos recuerdo. Los resultados del Simce mostraron un retroceso significativo, que en algunos casos nos devolvieron incluso hasta 1999.
Según un estudio de la Fundación Familias Power, 7 de cada 10 niños de quinto básico no entiende lo que lee. A eso se suma una deserción significativa de alumnos que abandonaron el sistema escolar (y nunca volvieron) y que un tercio de los estudiantes de escuelas públicas tiene un nivel de inasistencia que se considera grave. Finalmente, basta conversar con cualquier docente para saber que los problemas que más aquejan a los colegios hoy son justamente la recuperación de aprendizajes y la normalización de la convivencia y bienestar emocional de los estudiantes.
En ese contexto, resulta más o menos evidente cuál debería ser el foco de preocupación de las autoridades: la recuperación de aprendizajes curriculares (ni más, ni menos) y la reinstalación de conductas escolares esenciales, como la asistencia y la buena convivencia. Por lo mismo, resulta discutible el llamado del Mineduc y Unesco a iniciar, durante agosto, un gran Congreso Pedagógico Curricular, en el cual se invita a las comunidades educativas a que "organicen actividades que respondan a tres preguntas centrales: ¿qué aprender?; ¿cómo aprender?; y ¿cuándo y dónde aprender?". La convocatoria es amplia, incluyendo a estudiantes de pre-kínder a 4° medio, además de profesores, apoderados y la sociedad en general. El tema es bonito y a quienes nos dedicamos a la educación siempre podrá parecernos interesante detenernos a discutir al respecto. Pero… ¿así y ahora?
En efecto, además de ser discutible el momento, es muy cuestionable el contenido y la forma. ¿Es razonable preguntarles a niños de prekínder su opinión sobre lo que debería incluirse en el currículum nacional? ¿O a escolares de cualquier edad sobre la manera en que les gustaría aprender, como si eso no fuera tema de especialistas en didáctica y disciplinas afines? Tal como preguntó un académico en una reunión informativa con autoridades, si los jóvenes dijeran que quieren aprender con música de Marcianeke, ¿sería un insumo relevante para un proceso de alcance nacional? Se entiende el espíritu de participación que anima al Gobierno, pero ¿hasta qué punto, considerando la real complejidad que tiene un sistema educativo?
Finalmente, cabe recordar que este llamado se suma al calendario de 51 actividades, hitos o efemérides, que detalla el calendario escolar (en un año académico de 38 semanas). Y se suma, además, a tantos otros que a veces hacen las autoridades, invitando a jornadas reflexivas y similares que pocas veces conducen a logros significativos, pero que en conjunto distraen de la tarea principal, desordenan los calendarios pedagógicos y alteran el funcionamiento de los establecimientos. ¿Y después nos extrañamos de que los estudiantes deserten del sistema, no vayan a clases o de que los aprendizajes se deterioren?
Durante el primer semestre el Mineduc convocó a un grupo transversal de connotadas personalidades a discutir caminos para la recuperación educativa. Se supone que ahí se estableció una ruta de urgencia para nuestro sistema. Sin restarle importancia a la materia que se propone, es cuestionable que el Mineduc promueva, en este momento, un congreso curricular de estas características. Sólo queda confiar en que los establecimientos escolares sepan ponderar la manera en que van (o no) a participar en este proceso, a fin de resguardar los aprendizajes de sus estudiantes.
*Fuente: El Austral
Escrito por Ignacio Illanes Guzmán
Decano de la Facultad de Educación
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