Atención preferencial: las embarazadas.
Hace un tiempo ya que los movimientos a favor del aborto abandonaron el debate en torno al inicio de la vida humana. Ya no es relevante identificar qué es aquello que se elimina, sino la relación que la mujer tiene con aquello: su deseo o no de conservarlo. Así, el acto mismo que constituye el aborto excluye al que está por nacer del espacio de reflexión y de toma de decisiones. La discusión, al igual que el aborto, se vuelve indolora. Este es quizás el giro que explica el rápido avance que ha tenido el apoyo al aborto en Chile en el último tiempo. Así lo señalan las encuestas.
Con todo, existe una dimensión invisibilizada en el debate público: la deshumanización de la de la mujer que está gestando. Sabemos que la salud es uno de los grandes problemas que enfrenta nuestro país, y la atención ginecológica no es la excepción. En muchos sectores, aunque aún más en ambientes vulnerables, la realidad de las embarazadas es devastadora. Existe violencia psicológica: malos tratos, burlas, falta de información, descalificación y exclusión, sanción moral. También violencia física: revisiones innecesariamente dolorosas, trabajos de parto sin paliar el dolor, (o al menos ayudar a la madre a sufrirlo acompañada) utilización de procedimientos artificiales para acelerar el alumbramiento sin otro motivo que despejar la camilla lo antes posible. ¡Cuántas mujeres deciden nunca más volver a pasar por un embarazo! Testimonios sobran. Según la encuesta de OVO (Observatorio de Violencia Obstétrica) del 2017, más del 50% de las mujeres reporta haber sufrido violencia obstétrica durante el embarazo o parto.
¿Cómo humanizar al embrión en el contexto cultural actual, si se deshumaniza y maltrata tan brutalmente el primer hogar en el que se desarrolla? Aunque hay muchas instituciones públicas y privadas que hacen un gran bien al respecto, demasiadas mujeres cargan con la triste e innecesaria experiencia de la pérdida de dignidad por el solo hecho de ser madres. Bajo esta óptica, el aborto es la respuesta más violenta posible a malas prácticas ancladas en el pasado. Llevamos demasiado tiempo maltratando a las embarazadas y haciéndolas pasar por su embarazo y parto denigradas, atemorizadas y solas.
Se trata de un problema feminista de primer orden, pero quienes impulsan los movimientos a favor del aborto libre no parecen dispuestos a combatir con el mismo ímpetu las múltiples y torcidas causas que hacen que esa sea una alternativa apetecible para muchas mujeres. Se habla del derecho a decidir: en realidad es impulsar a una nunca fácil y siempre dolorosa decisión, en medio de la desesperación, la vulnerabilidad y el abandono.
Desde la vereda del frente, esta perspectiva abre un horizonte de trabajo. Concientizar y defender los derechos del que está por nacer es una labor necesaria, pero también se deben renovar las energías en proteger los derechos de las mujeres que gestan, que cuidan, que traen al mundo la vida. Es necesario intensificar los cambios en las estructuras que limitan injustamente los proyectos de vida femeninos a causa de la maternidad, y que hoy conducen a las mujeres a atravesar experiencias traumáticas y a criar solas. Transformar la experiencia del embarazo y la maternidad en una experiencia íntima, digna, enriquecedora, que le permita a las mujeres vincularse con sus hijos en cada una de sus etapas de desarrollo. Si se humaniza la mirada sobre las embarazadas, se humanizará también la nueva vida de la que es portadora.
Gabriela Caviedes
Directora del Magíster en Estudios Políticos
Universidad de los Andes.
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