Inteligencia artificial: lo real y lo falso
En el último tiempo nos hemos visto invadidos por noticias que hablan de diversas inteligencias artificiales inmiscuyéndose en ámbitos que se solían entender como humanos. Antiguamente se pensaba que las máquinas reemplazarían al hombre en trabajos repetitivos o técnicos; pero ahora parece que ningún ámbito está a salvo.
Una de las tecnologías que más sorprendió fue Chat GPT, que, con su capacidad de imitar el lenguaje natural, supera con creces experiencias de conversación con chatbots. El principal reto que presenta este avance es respecto de la autoría de los textos. En un inicio hubo preocupación, pues se podría prestar fácilmente para el engaño. Parecía que bastaba con preguntar a la máquina para que esta devolviera ensayos originales sin mucho aporte de los alumnos.
Sin embargo, una mirada más detallada llevó a entender que chat GPT tiene muchas falencias: inventa citas y autores, atribuye citas a fuentes equivocadas y yerra en los fundamentos teóricos. A simple vista parece que la máquina ha escrito un ensayo argumentado, pero si uno conoce la teoría de la cual está escribiendo o si busca las fuentes citadas, se dará cuenta que la inteligencia artificial ha hecho solo lo que sabe hacer: mezclar y proyectar.
La capacidad de los computadores de procesar el lenguaje natural pasó rápidamente a ser utilizada en la generación de fotografías a partir de textos. Hoy videos enteros son creados a partir de párrafos.
Por ahora las falencias son notorias y muchos de los que son generados a partir de texto parecen salidos de pesadillas. Pero el rápido avance de la tecnología hace preguntarse qué pasará cuando un video hecho por la máquina no sea distinguible de uno real.
En el ámbito creativo, esto hace pensar que una persona con mucha experiencia podría ser fácilmente reemplazada por una máquina y alguien que sepa darle las instrucciones correctas. Sin embargo, hasta la fecha parece que la tecnología se limita a dar más posibilidades para que las personas que saben lo que hacen puedan expresarse de mejor modo. Una persona sin mucho conocimiento audiovisual no parece ser capaz hoy de usar estas inteligencias artificiales con éxito. Lo que sí se está logrando es dar recursos más baratos a personas que tienen el talento y la creatividad necesaria para sacar adelante proyectos.
Donde sí hay verdaderos retos es en el ámbito ético y legal. Un deep fake es completamente indistinguible de una persona real. Además, con inteligencia artificial se puede imitar la voz de cualquiera ¿Qué cabe esperar cuando se pueda hacer videos indistinguibles de la realidad solo a partir de texto? Urge crear herramientas para distinguir con certeza un video hecho a partir de la realidad de una intervención realizada a través de las inteligencias artificiales.
*Fuente: El Austral de Osorno
Escrito por J. Agustín Donoso
Centro de Estudios de la Comunicación (ECU) Universidad de los Andes
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